Ya es hora de que los productos ecológicos dejen de ser un lujo y empiecen a venderse en sitios convencionales, a precios asequibles, para normalizar su consumo.
Los productos irrespetuosos con el medio ambiente (y con uno mismo) son más baratos porque se producen masivamente. Pero sobre todo lo son porque no contemplan el costo ecológico que supone su producción, uso y degradación.
Sin embargo esos productos supuestamente más baratos nos están saliendo muy caros. Cada vez más contemplamos esos exagerados costos al observar la progresiva destrucción de nuestro medio ambiente y la afectación de nuestra salud. Mucho más lo harán las generaciones futuras, hasta el punto de que verán peligrar su existencia.
Nos gusta pensar que "con mi dinero hago lo que quiero". La libertad del dinero es la sagrada libertad en la que se apoya nuestra sociedad. El dinero hay que tenerlo, no importa su procedencia o en qué lo gastamos. Si tenemos dinero somos libres.
Pero cuando hacemos un análisis con más detalle vemos que esa libertad sin limites deja de ser libertad. La libertad tiene una serie de implicaciones que deben cumplirse.
Libertad implica poder elegir.
Poco libre es un productor si solo puede serlo degradando el medio ambiente.
Poco libre es un consumidor si no tiene la posibilidad de consumir productos ecológicos.
Libertad implica responsabilidad.
Libertad sería hacerse cargo de los costes que supone para el medio ambiente tanto producir como consumir.
Que los productores se hicieran cargo del coste ecológico, que realmente pagamos todos, supondría que sería totalmente inviable no producir ecológicamente.
Si cuando un consumidor comprara un producto se le sumara al precio de éste el costo que tiene para el medio ambiente su producción, uso y desecho dificilmente podría hacerlo si el producto no fuera ecológico.
La libertad de uno acaba dónde empieza la del otro.
Por lo que mi libertad de producción y consumo no ha de afectar a la libertad de los demás y de las generaciones futuras.
Libertad implica estar informado y atender a la realidad con espiritú crítico.
Por mucho que se enarbole la libertad de producción y consumo la libertad es imposible si se vive enagenado y ciego ante la realidad.
Solo soy libre si los demás lo son.
La falta de libertad de los demás afecta a mi libertad y sufro sus consecuencias en la degradación del medio ambiente y de mi salud.
Esta claro que hemos de satisfacer nuestras necesidades. Pero hemos de reevaluar cuáles lo son realmente, hemos de minimizar el consumo de productos irrespetuosos con el medio ambiente y buscar alternativas ecológicas, o más ecológicas. Hay más de las que pensamos. El camino está por hacer.
Hay y habrá un debate permanente sobre a qué aplicamos el término ecológico.
Cada vez ha de producirse más ecológico, venderse más ecológico y consumirse más ecológico hasta que se convierta en normal.
En cambio lo irrespetuoso con el medio ambiente (y por ello con uno mismo) ha de ser tan caro que se ajuste a su verdadero precio y que haga inviable tanto producirlo como consumirlo. Es el único camino si queremos vivir mejor y ser realmente libres, o incluso sobrevivir.