En esta entrada traigo un extracto de un libro "El Enigma de la Docilidad" especialmente elocuente y revelador.
Para situarlo diremos que el autor sostiene que la mal llamada "globalización", porque realmente es una "occidentalización", está haciendo del ser humano un ser uniforme de fondo, dejando la diferencia sólo en aspectos superficiales y externos.
Esa igualdad en el fondo afecta a todos los ámbitos de la vida y cómo no a la construcción, dejando casi siempre en meras, y porque no decir, miseras, externalidades las diferencias entre lo que llamamos construcción convencional y bioconstrucción.
Para situarlo diremos que el autor sostiene que la mal llamada "globalización", porque realmente es una "occidentalización", está haciendo del ser humano un ser uniforme de fondo, dejando la diferencia sólo en aspectos superficiales y externos.
Esa igualdad en el fondo afecta a todos los ámbitos de la vida y cómo no a la construcción, dejando casi siempre en meras, y porque no decir, miseras, externalidades las diferencias entre lo que llamamos construcción convencional y bioconstrucción.
"La disolución de la Diferencia en
Diversidad es un fenómeno que se acusa hoy en todos los ámbitos de la actividad
humana. Los indicios que cabría poner sobre la mesa son casi ilimitados,
inabarcables. Me contentaré, por ello, con señalar unos pocos ejemplos más,
considerando que de esta forma el asunto queda zanjado. La “vivienda rural
tradicional” de media o alta montaña, fruto del saber arquitectónico popular,
con sus materiales humildes tomados del terreno (madera, piedra, barro,
paja,...), su disposición ‘defensiva’ contra los vientos dominantes, sus puertas
y sus vanos orientados preferentemente al mediodía, su forma de adosarse como si
cada una buscara el apoyo y el sostén de todas las demás, su composición ‘orgánica’,
rigurosamente interminable, una estructura interna estudiada para asegurar la subsistencia
con medios económicos escasos (que no se pierda calor, que baste con la estufa
de leña, que de por sí el habitáculo sea fresco en verano y abrigado en
invierno, que alguna estancia haga de ‘nevera’ para conservar los
alimentos,...), y, en general, un resultado de los conocimientos informales de
sus constructores no especializados –saber ‘del lugar’, conservado por la
tradición y ejercitado por las familias- y de la atención inteligente a las
condiciones de la naturaleza (proximidad a las fuentes, a los arroyos, a los
ríos; ubicación en parajes de acceso relativamente cómodo y particularmente protegidos
contra las inclemencias climáticas habituales, etc.); esta “vivienda rural antigua”,
portadora indiscutible de la
Diferencia, cede en todas partes ante la impostura de las
“nuevas viviendas rurales” (consecuencia del poder económico y del capricho de algunos
privilegiados, del ahorro de los jubilados o de los planes de promoción del medio
rural tendentes a aprovechar la explosión del ‘agroturismo’ y del
‘ecoturismo’), que obedecen siempre a la filosofía del Piso de Ciudad (rechazo
de la sabiduría arquitectónica popular; materiales estándar como el ladrillo o
los bloques de cemento; arrogancia del habitáculo, que se levanta donde “más le
gusta” al propietario, al margen de toda consideración geográfico-climática;
preferencia por el aislamiento y la independencia de las casas, que más bien
huyen unas de otras; concepción unitaria, regular, finita; estructura interna
más interesada en exhibir el poderío material del morador que en economizar los
gastos de la existencia -habitaciones enormes, sistemas de calefacción caros,
proliferación de electrodomésticos,...;etc.) y, normalmente, devienen como el
resultado de los conocimientos “técnico-científicos” de los ingenieros, arquitectos,
constructores y albañiles (lamentables ‘expertos’), profesionales y asalariados
que trabajan en el olvido de lo autóctono y de lo primario... Estas “nuevas viviendas
rurales”, subvencionadas en ocasiones por la Administración,
sancionan la extinción de la “vivienda rural tradicional”, disimulando ese
aniquilamiento de Lo Diferente mediante la conservación ‘retórica’ de elementos
identificativos falseados: verbi gratia, el recubrimiento, con losas de piedra,
de los muros de bloques o de ladrillos; un cierta imitación del color de las
paredes antiguas -que era el color del barro y de los materiales comunes
originarios-, conseguido a través de sofisticadas ‘pinturas de exteriores’ o
‘monocapas’ cementosas; una característica redundancia de maderas, si bien
demasiado nobles y exógenas y siempre subordinadas a las estructuras metálicas,
o de hormigón, que configuran el espacio habitable... Y poco más. La “antigua
vivienda rural” ha sido excluida (hoy subsiste vinculada a propietarios pobres
o particularmente ‘descuidados’); y la “nueva” sólo retiene de su antecesora
elementos folklóricos, testimoniales, podría decirse ‘museísticos’. La aldea se
convierte así, herida de señuelo y de impostura, en algo parecido a un “parque
temático”... En relación con la vivienda urbana, con el piso de ciudad o la
casa de urbanización, estas “nuevas viviendas rurales” aportan, no cabe duda,
un componente de ‘diversidad’ (aunque sólo sea visual: la piedra, el color, las
maderas, los tejados,...); pero responden en lo profundo a una cancelación del
habitáculo campesino ‘diferente’ y a un trabajo de colonización del medio rural
por los conceptos y las expectativas urbanas."
Puedes descargar el libro completo: Aqui
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